Sin duda, la humanidad siempre ha tenido la necesidad vital de adentrarse en el mar. Para buscar alimento o para trasladarse. Para establecer rutas de comercio o de conquista. Todas las grandes civilizaciones antiguas desarrollaron embarcaciones para cumplir esos objetivos. ¿Cómo puede entonces considerarse la náutica un privilegio de pocos o un deporte elitista?
Un deporte "rico de cuna"
A la navegación por placer se le atribuye un origen datado en el siglo XVI, a partir de embarcaciones holandesas llamadas “jaght”, muy veloces para la época, usadas por las empresas de armadores de Ámsterdam, para custodiar sus naves y perseguir a los piratas, pero muy pronto descubrieron su uso recreativo y su relevancia en las “relaciones públicas”.
Se le atribuye a Carlos II de Inglaterra, a raíz de su exilio en Países Bajos, la introducción de los “yacht” y la práctica de la navegación por placer entre los nobles ingleses, que la acogieron con especial entusiasmo, creciendo en muy poco tiempo. Esta actividad dio lugar, en el 1662, a la primera regata de la que se tenga constancia. Pero esa es otra historia.
Que su origen se encuentre en la nobleza y en las acaudaladas empresas de armadores, o que goce de popularidad entre las personas de alto status económico, llenando espacios de revistas y telediarios, no es razón para que hoy en día la navegación a vela, y en general la náutica de recreo, sigan teniendo el estigma de considerarse elitistas. Repasemos unos cuantos mitos que pueden ser la causa.
¿La vela es un deporte de élite? ¿Elitista o de élite?
Es bueno comenzar por hacer una distinción entre dos términos que suelen llevar a equívoco: de élite y elitista. En nuestro ordenamiento legal, se entiende por deporte de élite (que no es igual a decir de élites) la práctica deportiva que es de interés para el Estado, en tanto que constituye un factor esencial en el desarrollo deportivo, por estímulo para el fomento del deporte de base, en virtud de las exigencias técnicas y científicas de su preparación, y por su función representativa de España en las pruebas o competiciones deportivas oficiales de carácter internacional. (Real Decreto 971/2007 13 de JULIO).
Cuando hablamos de un deporte de élite nos referimos a la versión profesional de ese deporte.
Un deportista de élite, independientemente de su estatus social, se dedica íntegramente a una práctica deportiva sistemática como actividad profesional. Está sometido a una alta exigencia tanto técnica como nutritiva, y tiene como objetivo destacar en competiciones de alto nivel deportivo como olimpíadas, regatas, campeonatos regionales, o ligas profesionales. Digamos que viven al menos diez años de su vida por y para la práctica deportiva, llámese atletismo, futbol, baloncesto, gimnasia, esquí ciclismo, o, por supuesto también, natación, vela y otras disciplinas náuticas de competencia. Muchos o la mayoría, logran hacerlo gracias a becas o patrocinios porque de otro modo no podrían sufragar sus gastos.
Elitista, en cambio, se consideran los deportes o actividades recreativas que son practicados casi exclusivamente por grupos minoritarios, que además forman parte de un grupo social de alto poder adquisitivo. Se practican sin ambición profesional, como una actividad lúdica de socialización.
¿Se necesita mucho dinero para navegar? Matices de un presupuesto
Nadie diría hoy que el futbol es un deporte elitista. Sin embargo también se reconoce su inicio en el siglo XIX en Inglaterra como un hobby de clases adineradas. Hace cuarenta años se consideraba al tenis elitista. Hace 20, el golf era solo para ricos, Ya no. Lo mismo que el esquí, el pádel o el surf. Todos estaban reservados a personas bien posicionadas. Para esquiar por ejemplo, se necesitaba como mínimo un coche, comprar los esquíes y todo el equipamiento, tiempo para viajar a las zonas de nieve, dinero para hospedajes, comidas, instructores. Pero su evolución y popularidad abrieron la posibilidad de la práctica generalizada. Las pistas son accesibles con transporte público, todo el equipo puede alquilarse, y hay ofertas que permiten a grupos de familia y amigos disfrutar de este deporte, de forma eventual, sin arruinarse. Como en todo, hay opciones más accesibles y otras más caras, y cada cual sabrá administrar su presupuesto en función de la dedicación que quiera.
Desmontando el mito: “Pertenecer a un club náutico es solo para ricos”
El deporte en nuestra época está asociado más a un estilo de vida saludable que al estatus económico. Pocos ofrecen más beneficios en ese sentido que los deportes náuticos. En el mar… la vida es mejor, ya se sabe.
Es cierto que tradicionalmente, ser miembro de un club náutico era sinónimo de distinción social y exclusividad. Pero esa connotación elitista está cada vez más difusa, gracias a la apertura a todo público de actividades que desarrollan esas entidades deportivas, que van mucho más allá de la vela. También es verdad que hay unos gastos a considerar. Se necesita una embarcación para navegar. Y las embarcaciones exigen cuidados, mantenimiento, amarre, seguro, y consumos de combustible. Sin embargo, los deportes náuticos ofrecen opciones cada vez más variadas para economizar. Mucha gente opta por navegar sin tener barco, alquilando o haciéndose socios de un club de navegación que por muy poco dinero se puede navegar durante todo el año.
Para iniciarse en la náutica de recreo conviene obtener una licencia de navegación cuyo precio puede variar según las comunidades autónomas, pero en Barcelona, por ejemplo, en la escuela náutica de referencia en el país, cuya base está en el Port Olimpic, su precio para una persona joven parte de los 40€, algo más para los adultos.
Masificación de lo selecto
Un rasgo distintivo de una actividad elitista es estar asociada a grupos pequeños, selectos.
En España, según los datos de los últimos salones náuticos, hay 200.000 barcos. El 90% con esloras inferiores a ocho metros. Las embarcaciones modestas permiten a familias y grupos de amigos salir a fondear cerca de la costa y pasar el día disfrutando del mar. Tampoco hay que esperar al verano, se puede disfrutar del mar en cada época del año, por lo que las inversiones se amortizan con el uso frecuente. Se puede comprar un barco en el mercado de segunda mano. También se multiplican las opciones de alquiler. Seis personas pueden disfrutar navegando por un promedio de 50 euros por día cada una.
No se puede obviar que los yates de gran porte siguen vendiendo una imagen elitista de la navegación. La prensa que llena cada verano sus revistas con fotos del jet set en estas embarcaciones lujosas promociona un modelo aspiracionista, pero que no es el único modelo posible de la actividad náutica, ni mucho menos el mayoritario. Los yates son solo el 2% de las matriculaciones. Es como decir que solo los ricos conducen porque los vemos en coches de gama alta, y obviar que la mayoría conducimos coches urbanos o utilitarios.
¿Es la náutica un deporte para ricos?
La mayoría de las personas que desean cuidarse física y mentalmente, practican algún deporte. Para todos, en menor o mayor medida, debemos hacer una inversión de dinero, para el equipamiento, como bicicletas, cascos, indumentaria, tablas de surf, trajes de neopreno, palos de golf, raquetas o motos, asistir a clubes o a gimnasios, el alquiler de espacios, el cuidado de animales en el caso de la equitación o el polo, la vestimenta adecuada, en fin, todos implican costes.
La náutica de recreo no es la excepción, pero si consideramos que obtener una licencia de navegación parte de 40€ (un solo pago, no caduca nunca), y que una salida de navegación con un grupo de amigos puede costar alrededor 35 € por persona, podemos llegar a concluir que se podría considerar una actividad popular, como lo ha sido desde muchos años en un país vecino al nuestro, Francia, donde es casi un deporte de masas y gracias a ello el país tiene una de las más importantes industrias náuticas del mundo.
La náutica es además una actividad que ofrece importantes salidas laborales para aquellos que se inician en ella y como suele ocurrir en muchas ocasiones, deciden “hacer del mar su profesión”.